domingo, 20 de mayo de 2018

No existen tantos atajos a la vejez

Me veo, soy yo a 100 kilómetros por hora,
ya alcance mi futuro físico sin pasado que le justifique.

Vivo, aun estoy y soy,
con un presente incómodo y un pasado que cuesta mantener,
quiero volver y por eso la lucha.

Lucho, no he parado jamás, 
siempre la mas fuerte fue contra mi,
aunque apenas lo entiendo,
ahora lo hago por un propósito sin un enemigo que lo justifique.

Propósito, ¿sin ello  a donde voy hoy?
no se cuantos lo crean ni hasta donde lo crea yo,
seguir no importa si la duda queda atrás,
a pesar de la respuesta y a pesar de ella también.

Terco, no lo sé y no lo creo,
es de otros yo persisto,
así me dicen sin saber porque,
nadie lo ha explicado, quizás no los he dejado,
no es fácil aceptar desprevenido absolutamente nada,
por eso es de experiencia,
no de inteligencia,
tampoco de fortaleza.


Fuerza, la he perdido y no sé porqué,
donde esta y porque se va,
es agua turbia que veo clara,
se desvanece y se hace humo,
apenas puedo olerla entre un respiro y otro,
quiero saltar y solo la mente se mueve, 
ese bendito músculo que nadie ve,
por eso el espejo lo veo en blanco.

Blanco, no es mi tiempo es la experiencia,
teñido, no es por experiencia es por mi tiempo, 
algo de tiempo para el engaño,  el mío,  
no se de otros, pero llegan, y también se caen.

Nuevos senderos donde antes era plano,
si tengo 20 que hacen ahí, 
que han mostrado y porque los he visto,
tome un atajo,
quería llegar,
he llegado y no se a donde:
a la vejes,
con los párpados tan caídos que ya no puedo ver, 
buscando atajos y la memoria lo ha borrado.

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